«Los hombres –dice Santo Tomás– hacen voto en el santo Bautismo de renunciar al demonio y a sus pompas». «Y este voto, dice San Agustín, es el mayor y más indispensable». Es lo mismo que también dicen los canonistas: «El principal voto es el que hacemos en el bautismo».
Sin embargo, ¿quién cumple este voto tan importante? ¿Quién observa fielmente las promesas del Santo Bautismo? ¿No hacen traición casi todos los cristianos a la fe prometida a Jesucristo en el bautismo? ¿De qué puede resultar este desarreglo universal, sino del olvido en que se vive de las promesas que se hicieron en él, y de los compromisos contraídos, y de que casi nadie ratifica por sí mismo el contrato de alianza hecho con Dios por medio del padrino y de la madrina?
Si, pues, los Concilios, los Padres y la experiencia misma nos muestran que el mejor remedio para los desarreglos de los cristianos es hacerles recordar las obligaciones de su bautismo, y renovar los votos en él hechos, ¿no es razonable que ahora lo hagamos de una manera más perfecta, consagrándonos enteramente a Nuestro Señor por su Santísima Madre? Digo de manera perfecta, porque para consagrarnos a Jesucristo debemos servirnos del más perfecto de todos los medios, que es la Santísima Virgen.
San Luis María Grignion de Montfort
Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, 127, 130.
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«Los hombres –dice Santo Tomás– hacen voto en el santo Bautismo de renunciar al demonio y a sus pompas». «Y este voto, dice San Agustín, es el mayor y más indispensable». Es lo mismo que también dicen los canonistas: «El principal voto es el que hacemos en el bautismo».
Sin embargo, ¿quién cumple este voto tan importante? ¿Quién observa fielmente las promesas del Santo Bautismo? ¿No hacen traición casi todos los cristianos a la fe prometida a Jesucristo en el bautismo? ¿De qué puede resultar este desarreglo universal, sino del olvido en que se vive de las promesas que se hicieron en él, y de los compromisos contraídos, y de que casi nadie ratifica por sí mismo el contrato de alianza hecho con Dios por medio del padrino y de la madrina?
Si, pues, los Concilios, los Padres y la experiencia misma nos muestran que el mejor remedio para los desarreglos de los cristianos es hacerles recordar las obligaciones de su bautismo, y renovar los votos en él hechos, ¿no es razonable que ahora lo hagamos de una manera más perfecta, consagrándonos enteramente a Nuestro Señor por su Santísima Madre? Digo de manera perfecta, porque para consagrarnos a Jesucristo debemos servirnos del más perfecto de todos los medios, que es la Santísima Virgen.
San Luis María Grignion de Montfort
Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, 127, 130.
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