«Hermano, te recomiendo esto: que la compasión prevalezca siempre en tu balanza, hasta que sientas en ti la compasión que Dios siente por el mundo. Que este estado llegue a ser el espejo en el que nos veamos en nosotros mismos la verdadera «imagen y semejanza» de la naturaleza y del ser de Dios (Gn 1,26). Es por estas cosas y por otras semejantes como recibimos la luz, y como una clara resolución nos lleva a imitar a Dios.
Un corazón duro y sin piedad no será jamás puro (Mt 5,8). Pero el hombre que se compadece es el médico de su alma; como por un viento violento expulsa fuera de él las tinieblas de la confusión.
San Isaac el Sirio
Discurso, 1ª serie, n. 34
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«Hermano, te recomiendo esto: que la compasión prevalezca siempre en tu balanza, hasta que sientas en ti la compasión que Dios siente por el mundo. Que este estado llegue a ser el espejo en el que nos veamos en nosotros mismos la verdadera «imagen y semejanza» de la naturaleza y del ser de Dios (Gn 1,26). Es por estas cosas y por otras semejantes como recibimos la luz, y como una clara resolución nos lleva a imitar a Dios.
Un corazón duro y sin piedad no será jamás puro (Mt 5,8). Pero el hombre que se compadece es el médico de su alma; como por un viento violento expulsa fuera de él las tinieblas de la confusión.
San Isaac el Sirio
Discurso, 1ª serie, n. 34
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