«Edificaré mi Iglesia» (Mt 16,18), dice Jesús en el famoso episodio de Cesarea de Filipo. Mi Iglesia: La Iglesia es de Cristo, no es de ningún otro; y nada puede arrancarla de sus manos. Nada: ni los poderes mundanos, ni la indignidad de los hombres, ni la iniquidad de las épocas históricas.
«Mi Iglesia»: no hay en toda la Palabra de Dios una palabra más simple y elocuente que ésta; una palabra que abre ante nosotros el prodigio de la “eclesialidad”. La Iglesia es suya: nace de su sabiduría, de su corazón, de su inmolación. Él es responsable de la existencia de la Iglesia y de su permanencia dentro de la historia humana.
Precisamente por esta razón, entre las efímeras construcciones humanas (sociales, políticas, culturales), la «casa de Dios» (véase 1Tim 3,15) es el edificio más fuerte y más precioso para el hombre que jamás se haya erigido. Y es un poco cómico que se haga cargo a esta institución de todos los problemas de la historia, simplemente porque todos los otros fenómenos históricos sociales, políticos, culturales se han agotado y disuelto mientras tanto, y ella es la única que se mantiene en pie.
Card. Giacomo Biffi
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«Edificaré mi Iglesia» (Mt 16,18), dice Jesús en el famoso episodio de Cesarea de Filipo. Mi Iglesia: La Iglesia es de Cristo, no es de ningún otro; y nada puede arrancarla de sus manos. Nada: ni los poderes mundanos, ni la indignidad de los hombres, ni la iniquidad de las épocas históricas.
«Mi Iglesia»: no hay en toda la Palabra de Dios una palabra más simple y elocuente que ésta; una palabra que abre ante nosotros el prodigio de la “eclesialidad”. La Iglesia es suya: nace de su sabiduría, de su corazón, de su inmolación. Él es responsable de la existencia de la Iglesia y de su permanencia dentro de la historia humana.
Precisamente por esta razón, entre las efímeras construcciones humanas (sociales, políticas, culturales), la «casa de Dios» (véase 1Tim 3,15) es el edificio más fuerte y más precioso para el hombre que jamás se haya erigido. Y es un poco cómico que se haga cargo a esta institución de todos los problemas de la historia, simplemente porque todos los otros fenómenos históricos sociales, políticos, culturales se han agotado y disuelto mientras tanto, y ella es la única que se mantiene en pie.
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