Santo Abandono

Orar en Él, con Él y por Él

Cuando el amable Hijo de Dios levantó sus ojos divinos al cielo y dijo: «Padre, glorifica a tu Hijo», nos enseñó que debemos elevar muy alto todos nuestros sentidos —nuestras manos, nuestras facultades, nuestra alma— y orar en Él, con Él y por Él. Esta es la obra más amable y más santa que el Hijo de Dios hizo aquí abajo: adorar al Padre amadísimo. (…)

Yo sólo te digo esto: «Despréndete en verdad de ti misma y de todas las cosas creadas y eleva por entero tu alma a Dios, por encima de todas las criaturas, en el abismo profundo; sumerge allí tu espíritu en el espíritu de Dios, en un abandono verdadero de todas tus facultades superiores e inferiores, elevándote por encima de todo ejercicio de los sentidos y de la inteligencia, en una verdadera unión con Dios, interiormente, en el fondo. Una vez que así hayas sobrepasado todos los modos particulares, de toda fórmula, todo ejercicio especial de oración, pide allí a Dios todo lo que Él quiere que se le pida, lo que deseas tú y lo que los hombres desean de ti. Y ten por seguro que lo que es un pobre dinero en comparación con cien marcos de oro, es lo que toda oración exterior resulta ser, comparada con esta oración que es y se llama verdadera unión con Dios: este fluir el espíritu creado y fundirse en el espíritu increado de Dios». (…)

Johannes Tauler, Sermón para la Víspera de Ramos.

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