Para tener la paz en el alma conviene ser sobrio, porque la paz se pierde también a causa del propio cuerpo. Conviene no ser curioso, conviene no leer diarios ni libros profanos que vacían el alma y la sumen en el abatimiento y la turbación. No juzgues a los otros, porque sucede con frecuencia que, sin conocer a un hombre, se habla mal de él, siendo así que por su espíritu es semejante a un ángel.
No te dediques a conocer los asuntos de los demás, sino sólo los tuyos; no te ocupes más que de aquello que los superiores te han confiado, y entonces por tu obediencia el Señor te asistirá con su gracia y verás en tu alma los frutos de la obedicencia: la paz y la oración ininterrumpida.
En la vida común, la paz divina se pierde ante todo porque no hemos aprendido a amar a nuestros hermanos según los mandamientos del Señor. Si tu hermano te ofende y en un instante aceptas un pensamiento de cólera contra él, si le juzgas, si le odias, sentirás que la gracia te ha abandonado y que la paz ha desaparecido.
Para tener paz en el alma, es necesario acostumbrarse a amar al que nos ha ofendido y orar inmediatamente por él. El alma no puede tener paz si no pide al Señor con todas sus fuerzas el don de amar a todos los hombres. El Señor ha dicho: «Amad a vuestros enemigos»; si no amamos a nuestros enemigos, no tendremos la paz en nuestras almas. Es absolutamente necesario adquirir la obediencia, la humildad y el amor, de lo contrario todos nuestros grandes esfuerzos ascéticos serán en vano.
Un stárets tuvo la visión siguiente: un hombre derramaba agua en una cuba cuyo fondo estaba agujereado; el hombre se esforzaba, pero toda el agua se iba y la cuba seguía vacía. Del mismo modo nosotros vivimos en la ascesis; pero si descuidamos una sola virtud, nuestra alma seguirá vacía a causa de esta virtud descuidada.
Archimandrita Sophrony, Escritos de san Silouan el Athónita, Cap. 14
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Para tener la paz en el alma conviene ser sobrio, porque la paz se pierde también a causa del propio cuerpo. Conviene no ser curioso, conviene no leer diarios ni libros profanos que vacían el alma y la sumen en el abatimiento y la turbación. No juzgues a los otros, porque sucede con frecuencia que, sin conocer a un hombre, se habla mal de él, siendo así que por su espíritu es semejante a un ángel.
No te dediques a conocer los asuntos de los demás, sino sólo los tuyos; no te ocupes más que de aquello que los superiores te han confiado, y entonces por tu obediencia el Señor te asistirá con su gracia y verás en tu alma los frutos de la obedicencia: la paz y la oración ininterrumpida.
En la vida común, la paz divina se pierde ante todo porque no hemos aprendido a amar a nuestros hermanos según los mandamientos del Señor. Si tu hermano te ofende y en un instante aceptas un pensamiento de cólera contra él, si le juzgas, si le odias, sentirás que la gracia te ha abandonado y que la paz ha desaparecido.
Para tener paz en el alma, es necesario acostumbrarse a amar al que nos ha ofendido y orar inmediatamente por él. El alma no puede tener paz si no pide al Señor con todas sus fuerzas el don de amar a todos los hombres. El Señor ha dicho: «Amad a vuestros enemigos»; si no amamos a nuestros enemigos, no tendremos la paz en nuestras almas. Es absolutamente necesario adquirir la obediencia, la humildad y el amor, de lo contrario todos nuestros grandes esfuerzos ascéticos serán en vano.
Un stárets tuvo la visión siguiente: un hombre derramaba agua en una cuba cuyo fondo estaba agujereado; el hombre se esforzaba, pero toda el agua se iba y la cuba seguía vacía. Del mismo modo nosotros vivimos en la ascesis; pero si descuidamos una sola virtud, nuestra alma seguirá vacía a causa de esta virtud descuidada.
Archimandrita Sophrony, Escritos de san Silouan el Athónita, Cap. 14
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