«Os echarán mano, os perseguirán… por causa de mi nombre» (Lc 21,12)
¿En qué son justos los juicios de Dios? En el sentido de que es por el esfuerzo y las pruebas como se alcanza la recompensa del cielo. De la misma manera que por el juicio de los hombres la corona de un precio se atribuye a los atletas que combaten, lo mismo la palma de la victoria es concedida por el juicio de Dios a los cristianos que luchan (cf 1Co 9,25). “Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono”, dice el Señor (Ap 3,21).
Así como el metal es refinado por el fuego, nuestra vida es probada por el fuego, con el fin de que la fuerza de nuestra virtud se manifieste en los combates… En efecto, ¿qué hacemos de grande si mostramos satisfacción a Dios en el bienestar, cuando nada desagradable nos enturbia? Lo que es admirable, es mostrarse satisfecho ante la voluntad de Dios en medio de las dificultades y las vejaciones, si no te rebelas en la privación, si no te impide alabar su justicia. Cuanto más grandes son las pruebas, mayor será el consuelo que te está reservado. Sin embargo, para no caer, cuanto más te veas cercado por duras pruebas, más le debes rogar al Verbo de Dios que te de coraje.
San Ambrosio de Milán
Sermón 10 sobre el salmo 118
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