¡Yo te amo, Señor, mi fortaleza!
¡Señor, mi roca, mi defensa, mi libertador!,
¡Dios mío, mi roca de refugio!
¡Mi escudo, mi fuerza salvadora, mi baluarte, digno de alabanza!
Invoco al Señor y quedo libre del enemigo.
Me cercaban lazos mortales,
torrentes destructores me aterraban,
me envolvían lazos del Abismo,
me alcanzaban redes de muerte.
En el peligro invoqué al Señor
pidiendo socorro a mi Dios;
desde su templo escuchó mi clamor,
mi grito de socorro llegó a él, a sus oídos.
¡Viva el Señor, bendita sea mi Roca!
¡Glorificado sea mi Dios y Salvador!
El Dios que me dio el desquite
y me sometió los pueblos,
que me libró del enemigo,
me levantó sobre los que resistían
y me libró del hombre violento.
Por eso te daré gracias ante las naciones
y cantaré, Señor, en honor de tu Nombre:
Tú diste gran victoria a tu rey,
fuiste fiel con tu Ungido,
con David y su descendencia para siempre.
Salmo 18
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