3 de agosto de 1897
¡Dios mío, qué bueno eres con la pequeña víctima de tu Amor misericordioso! Ni siquiera ahora que añades el sufrimiento exterior a las pruebas de mi alma¹, puedo decir: «Me cercaban olas mortales», sino que exclamo agradecida: «Aunque camine por las cañadas oscuras de la muerte, nada temo, porque tú, Señor, vas conmigo²».
(A mi queridísima hermanita sor Genoveva de Santa Teresa)
3 de agosto de 1897 – Salmo 22, 4
Notas
¹ Cf CA 3.8.8: «Desde el 28 de julio, los sufrimientos son grandes».
² Cf Ms A 3rº/vº, donde este texto se citaba en futuro.
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