“Yo reprendo y corrijo a los que amo. Vamos, anímate y conviértete. Mira que estoy a la puerta y llamo: si uno escucha mi voz y me abre, entraré en su casa y comeré con él y él conmigo.” (Apocalipsis 3, 20)
Escucha mi consejo… Cúrate… A los que amo los reprendo y corrijo. ¡Vamos, sé pues ferviente y arrepiéntete!
Es exactamente el mismo Jesús del evangelio, que curaba a los enfermos y devolvía la vista a los ciegos.
«A los que amo». ¡Qué ternura en estas palabras!
«¡Vamos, anímate!» Escucho estas palabras de aliento que Jesús me dirige. También en este momento me repites las mismas palabras: «¡vamos, ánimo, arrepiéntete!»
-Mira que estoy a la puerta y llamo…
Una hermosa imagen de la Biblia, es un símbolo, muy comprensible, para todos los tiempos. Dios es «el que espera a nuestra puerta y solicita entrar en nosotros».
Humildad de Dios. Discreción de Dios. Proximidad escondida. «El Señor ha llamado a tu ventana, amigo, amigo, amigo… Pero tú dormías.» (Padre Duval)
-Si alguien oye mi voz y abre la puerta…
Inmenso y misterioso respeto a la libertad de cada uno.
Dios no fuerza la puerta. Incluso la «fe», a pesar de la gracia que solicita a todo hombre, sigue siendo un acto libre.
Cuando pienso, Señor, como te hemos obligado, a «¡esperarte fuera!» Y, aun más, sin cansarte, continúas llamando discretamente… para que te abramos. Quiero meditar detenidamente esta imagen.
Concédeme, Señor, una mayor atención a tu Presencia.
Ayúdame a interpretar los signos de tu «venida» cotidiana. Pues, en realidad, es así como «Tú vienes» cada día.
-Entraré en su casa y cenaré con él y El conmigo.
Otra imagen muy simple: la cena, símbolo de intimidad, de felicidad.
La «comunidad cristiana» de Laodicea, a la que escribía san Juan, no podía dejar de aplicar todas esas imágenes a la eucaristía, sacramento de la presencia de Jesús, anuncio del «festín mesiánico» del fin de los tiempos.
Cenar con un amigo, un invitado. Tal es el ofrecimiento de Dios. He ahí un «apocalipsis», una «revelación» importante, toda ella dulzura y esperanza: tal es una de las imágenes del «fin de los tiempos». ¡Gracias, Señor!
– Noël Quesson
(Foto: Puerta de la Basílica del Santo Sepulcro en Jerusalén.
Gustavo Kralj / Gaudium Press)
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